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En el fondo mi pensamiento es que sí sería posible, si no en todos los casos, en la mayoría, salvo contadas excepciones en momentos muy puntuales, pero en la práctica hay un inmenso camino por recorrer. Desde mi vivencia en el centro de día donde trabajo, mi visión es bastante negativa. Este curso me está abriendo los ojos y me está removiendo muchas cosas internamente junto a la situación actual que vivimos por la pandemia y el momento por el que estamos atravesando en el centro. En primer lugar uno de los motivos por el que no se aplica la libertad de movimiento está en el desconocimiento de poder atender y trabajar con las personas mayores de otra manera a la “habitual” a lo aprendido, a lo que nos han enseñado durante años. Por otro lado, encuentro muchos impedimentos por parte de los trabajadores mismo para aceptar cambios cuando se plantean nuevas propuestas y querer llevar nuevos proyectos a cabo, saliendo de lo conocido, de su “zona de confort”. Una formación adecuada es imprescindible y también se presentan obstáculos por parte de la empresa y del propio equipo de trabajo, por el esfuerzo que conlleva. A pesar de todo esto, considero que aunque haya momentos de flaqueza, como el que estoy atravesando, tengo un compromiso conmigo misma y con las personas mayores para continuar luchando por su bienestar y dignidad.